07 septiembre, 2007

Increible

Hoy me ha pasado algo increible, inaudito, que jamás pensé que pudiera pasar, pero que me ha devuelto cierta fe en la Enseñanza.
El hecho en cuestión ha sido un mail. Al revisar mi correo me he encontrado con un mensaje de mi profesor de S. XVI, el de la grabadora. Ayer fue su examen de septiembre, y no me presenté. No fueron nervios de última hora ni nada parecido, sino sencillamete que la carrera la hago por gusto, y no me quiero perder una de las mejores asignaturas (en realidad, uno de los mejores profesores).
Pues hoy, este profesor universitario, uno de los más importantes especialistas en Arte del Renacimiento, con varias publicaciones a sus espaldas, y un aspecto de profesor Bacterio loco increible, se ha molestado en mandarme un mail. En él me decía, de una forma muy correcta, que no sólo aprueba quien se presenta a un examen, sino quien vence los obstáculos para poder hacerlo, y que con eso, ya lo tenemos aprobado. Y añadía, que el día 10 estaría antes de tiempo en la facultad, esperando a las tres personas que no fuimos ayer al examen.
Me parece increible, es inaudito, es tremendo. No pienso tolerar que nadie se meta nunca jamás con él, soy su más fiel defensora (antes ya lo era). Termina su mail diciendo que espera verme en Barroco de segundo, porque no es plan de perder buenos estudiantes por el camino.
Se que si el lunes me presento, aunque haga un churro de examen, me aprobará. Pero no es eso lo que quiero. Le he contestado exponiendo mis motivos. Que esto lo hago por gusto, y que hay asignaturas que, sencillamente, no te quieres quitar de encima, sino aprobarlas y con nota. Y no por el expediente, sino por el disfrute que supone cursarlas.
Ahora lo enfrentas a la cabrona de la Palomo, con sus bajas médicas de un año, o a la Mayayo, también llamada "el arte bizantino con un menú whopper con queso"... y claro, no hay color. Sorprende que ante estos individuos que hoy pueblan la enseñanza pública quede aún gente que conoce a sus alumnos por su nombre, que se molesta en leerse todos los trabajos, en poner notas adecuadas, e incluso, en animar de forma personal a los alumnos. En conocer su vida, sus circunstancias, entenderlas y alentar los buenos resultados. Joder, esto sí es un profesor, de los de manual.
No me voy a presentar al exámen del lunes, voy a cursar esa asignatura el año que viene. Lamentablemente, la vida universitaria está llena de Palomos y Mayayos, pero quedan muy pocos Collar o Birlanga. Voy a aprovecharlo mientras pueda. Y eso significa que S. XVI la haré el año que viene, y sacaré un 10. Sólo porque él se lo merece.

1 comentario:

Dumorix dijo...

A mi me llamó a mi casa nada menos que Ladero Quesada, medievalista experto en la guerra de granada y los reyes católicos, doctor honoris causa y no se cuantos mil títulos más, para preguntarse eso mismo.

Con cosas como esa te das cuenta de porqué son Grandes, aparte de sus tropecientos artículos y libros publicados.